jueves, julio 06, 2006

 

Maida Encina ( 24 octubre 1981 - 4 de julio 2006)




Maida linda. Finalmente descansas como te mereces. Ya no tendrás que volver a someterte a dolorosos tratamientos, no recibirás más quimioterapias ni se te caerá el pelo. Terminaron las operaciones, la morfina, los parches para el dolor, terminaron tus lágrimas solitarias por la noche para no estorbar a nadie, y terminó esa angustia que agitaba tu corazón respecto al futuro
Siento no ser nadie para entender todo lo que ocurrió dentro de tu corazón y de tú espíritu esta última década. Sin duda, la pesada carga que te tocó llevar tiene un sentido y que necesariamente no tiene por qué ser tan claro hoy en día. Sin embargo, si comienzo a escarbar en lo que aprendí de ti, veo antes que nada el espíritu de lucha, de fuerza y de guerrera que eras.

Fuiste, según los doctores, la paciente con Sarcoma Sinovial que lejos más duró, es decir las pocas otras personas que le decretaron lo mismo, murieron al poco tiempo, en cambio tú, frente a uno de los diagnósticos más feroces de la medicina, diste una pelea tan enorme, que cada vez que estabas bien, todos decíamos, parece que la Maida saldrá adelante, que esta vez se la ganó.

Y es que todos decían, pucha qué es fuerte la Maida, pucha qué es valiente… Es una mujer de hierro, pero algunos pocos supimos lo frágil que eras por dentro. Claro, para no hacer sufrir a los papás, intentabas dar una imagen de que todo estaba bien, que aún podías soportar más dolor, pero en lo más oculto de tu intimidad sentías el temor natural que siente una niña frente a lo desconocido.

Finalmente la enfermedad se hizo parte de tu vida, y mientras algunos de tus parientes y amigos nos quejábamos por qué a nuestra hermana, por qué a nuestra amiga, tú, con una indudable procesión interna, te mantenías estoica con esa sonrisa tan característica y convertías el peor ambiente entre cables y máquinas, en la mejor conversación.

Cuando tu fortaleza física desapareció y no podías valértela por ti misma para nada, tu papá y tú mamá se convirtieron en tus brazos, en tus manos, en tus piernas y en tu boca, puesto que además de que hicieron mil veces más lo humanamente posible para salvarte a través de la medicina, hicieron aún mucho más para que tú existencia fuera lo más normal, entretenida, alegre y sana posible.

Cómo olvidar tus experiencias, cuando llegabas de los innumerables viajes a Houston y Nueva York, hablabas de los geniales musicales que asististe o sobre los espectaculares y deliciosos restoranes que los papás te llevaban, luego de tu mejoría de una tremenda operación o un delicado tratamiento. Claro, y es que tú ojo crítico y fino era capaz de desprenderse de las dantescas escenas vividas en el hospital Anderson y preferían posarse en lo más bello del arte.

No poca veces los doctores dijeron que te quedaba poco tiempo de vida, entonces afloraba la Maida mágica, y aparecían esos momentos de alegría, de satisfacción, de autonomía, en que te codeabas en libertad con la realidad, parecía que estabas sana y entonces te enfrentabas al mundo como una más. Fue así como entraste a teatro y cine, dos carreras que pese no pudiste terminar como corresponde, dejaste profundas huellas entre tus pares, que te llegaron a querer, respetar y admirar.

En algún lugar del mundo hay una cinta con tu cortometraje. Jamás quisiste hacer demasiada gala de él, ya que tu pudor y autoexigencia te hacían sentir que no era perfecto, y que por ende, mejor que no lo vieran. Sin embargo, los pocos que lo vimos quedamos asombrados ante ese trabajo que era un fiel reflejo de tu sensibilidad, de tus sueños, de tu capacidad y finura, ese corto, no es otra cosa que una joya del cine, y si bien es posible que todavía permanezca guardado en algún rincón, en el momento preciso será aplaudido por los más grandes del séptimo arte.

Llevaste una vida quitada de bulla, en silencio, te daba monos la vida social, y aún cuando gozabas de buena salud para salir y divertirte preferías panoramas más culturales o conversaciones con tus grandes amigas . Pues si bien no eras de tener miles de amistades, tenías un buen grupo en que explotaban la fraternidad como nadie.

Tú y tus amigas, especialmente la Sole, la Paula, la Valen y la jovencits como dulcemente llamabas a la Caro Nicoletti nos dieron un verdadero ejemplo de lo que es la amistad. Nos enseñaron que es mucho más que salir juntos de fiesta, que la verdadera amistad se vive sobre todo en las malas, y pese a que muchas veces no podías ni hablar, ahí estaban ellas, haciéndote cariño en tus preciosas manos, acompañándote en las solitarias noches de clínica o simplemente compartiendo el silencio.

Gracias Maida por enseñarnos que se puede ser ejemplo de vida para miles de personas sin que sea necesario ser un figurón. Tú, casi siempre en tu pieza, viendo la mejor película, hablando por teléfono con alguna de tus amigas pichas, leyendo, o escribiendo, tenías un mundo propio que no requería de gran infraestructura, pues lo más importante estaba en tu alma y en tu mente.

Yo creo que no eras consciente de que muchas personas, varias sin conocerte, sabían cada detalle de lo que te sucedía, y no es que hayan sentido pena por la niñita con cáncer. No. Ocurrió simplemente porque se corrió la voz que había una niña enferma, que a veces mostraba síntomas de mejoría, pero que siempre un diagnóstico peor le enturbiaba su destino, pero ella, con una feminidad, dignidad y tranquilidad, volvía a pararse cada vez, transformándose en un verdadero icono frente a lo idiota que somos algunos que nos preocupamos con cosas extremadamente superficiales.

Obviamente, ante tu vida y tu partida surgen muchos por qué. Yo simplemente me pregunto qué puedo hacer para lograr la mitad de tus valores y cualidades, y también espero que todos nosotros nos preguntemos lo mismo, ya que si comenzamos a seguir a los líderes positivos, quizás no tan llamativos, en vez de aquellos líderes que nos ofrece la televisión, este mundo sería muchísimo mejor.

Reconozco que debo filtrar muchos recuerdos, muchas sensaciones, muchos olores, colores, pero cuando cierro los ojos veo a una Maida mágica que se fue en paz, rodeada de sus seres queridos, tan generosa que permitió que muchos de nosotros pudiéramos darle el último adiós, y por sobre todo que no nos paró de sorprender hasta el último minuto, cuando en sus último estado de consciencia narró con claridad cómo veía a la tía Soledad y al tata Hugo que venían a recibirla en un lugar maravilloso.

Gracias Magdalena por entregarle un shock energético a nuestra abuela, quien con varios problemas propios de su edad, sintió la conexión espiritual que existe entre ustedes, y recibió con la mayor sabiduría la enseñanza de que aún tiene deberes en la tierra, como por ejemplo cuidar y velar por su ya crecidita, pero siempre frágil, hija Ana María.

Y del mundo que tenían con el papá, ni hablar, simplemente imposible entrar en ese universo de extraños lenguajes, juegos, canciones, caras, miradas y gestos que ocurrían cuando ustedes dos estaban juntos. “La pobre Melen” se masificó un poco, pero fue tan sólo una pequeña parte de un mundo desconocido, incluso para mí.

Imposible escribir estas palabras sin hablar de tu adoración por Martín, aquel sobrino, que pese a que pudiste compartir poco en sus primeras etapas, quisiste tanto, que sabías de memoria lo que le ocurría en Barcelona, y que cuando llegó adelantado por tu estado de salud, gracias a la generosidad de Jorge Andrés y la Trini, no cabías más en felicidad pese a que apenas podías abrazarlo.

Porque los grandes no mueren, porque los grandes se convierten en inspiradores del arte verdadero, porque el carisma no se acaba en un suspiro y el que siembra de la manera correcta cosecha lentamente pero con frutos sanos y deliciosos, Maida, acá al darte el último adiós, frente a la Anita tu hermana que estalla en lágrimas y que te adoraba en silencio, tú abuela, tíos, tías, primos, amigos y amigas, te informo que me siento partícipe de una vida excepcional y que estoy seguro que más allá del dolor que sentimos en estos momentos, tú ejemplo nos traerá paz, unidad y esperanza.

Gracias Maida por juzgarme como nadie, por ser tan estricta y por no caer en la falsa compasión, me enseñaste que si vamos a vivir en esta tierra no es para andarse con chicas, que si hay talentos hay que explotarlos al máximo, y que la cobardía es el peor amigo para la felicidad.

Te Adoro


(Discurso pronunciado el 6 de julio del 2006 en el Cementerio Parque del Recuerdo el día de su entierro)

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